Monday, April 12, 2010

Con Cara de POKER

Sin duda alguna, este entretenido juego americano tiene su aplicación más que práctica en el mundo real, en la vida, en las relaciones sociales y sobre todo en el de los sentimientos más profundos.


Aquella palabra que en lo primigenio fue “EROS”.

Sin más rollos, relato el porque de las similitudes. En concreto me refiero al Hold´em Texas Poker, en el cual cada jugador tiene dos cartas y otras 5 se van destapando a medida que los jugadores ven la apuesta con las cartas que llevan y que van doblando, retirándose o viendo, para continuar en la partida y llevarse el premio.

En cada ronda se elige a la ciega grande y a la ciega pequeña, cada una de ellas pone el mínimo de bote o la mitad, la transcripción de esto es sin duda alguna el estado emocional de cada uno, si juegas el bote series la grande, apuestas el mínimo o la pequeña en que pondrías la mitad, en este caso, de empeño.

Conforme el Crupier reparte y cada jugador ve sus dos cartas, mira a ver si con lo que tiene en la mano puede ir o plantarse, en la mayoría de los casos se espera a ver que aparece en la mesa por si acaso te pudieras llevar la mano y por supuesto el bote.

En este momento es en el que solo los cobardes echan para atrás, no se arriesgan a ver si la suerte y las cartas que se pondrán sobre la mesa harán parejas o una escalera con las que ya se tienen en la mano.

Hay gente que cuenta con dos Ases rojos en su mano desde el comienzo, los cuales no se lo piensan, pero los que tienen un dos y un tres cada uno de su padre y de su madre simplemente prueban suerte a ver que pasa.

Conforme los jugadores han visto sus manos iniciales y han apostado el mínimo que la ciega grande ya puso, cuando todos los de la mesa lo igualen se procede a descubrir las tres primeras cartas.

Es en este instante donde la suerte está casi echada, se puede confiar en las dos cartas restantes, sin duda alguna, apuesta valiente esperar a la cuarta y a la quinta pero a su vez te puede llevar a perder por envalentonarse.

Sigamos con el descubrimiento de las tres primeras cartas, es aquí donde se debería de plantar el que peor cartas lleve y dejar pasar la suerte que puede aparecer o tirar de farol y derribar a los demás.

Es sin duda alguna donde los faroles comienzan y donde más de uno se retira al ver que la apuesta puede salirse de su presupuesto y arriesgarse a quedarse en paños menores. El que se quite Olé, por haber tenido la previsión de no seguir en la mesa y retirarse antes de perder algo importante, es sin duda alguna donde el que escribe se ha levantado bastantes veces y que por suerte o por desgracia no siempre ha sido.

Cuando los jugadores restantes deciden Subir o Ver y se deje una vuelta nada más que yendo, es cuando la cuarta carta se levanta, sin duda alguna aquí ya solo estás a un 20% de saber si lo apostado ha merecido la pena o no, aunque algunos confían en la suerte todavía, y los faroleros a veces no se echan atrás, son aquellos que se han retirado los que se pueden echar las manos a la cabeza, por haber perdido la oportunidad de oro pero a su vez se pueden asegurar el seguir intactos.

Igual que en la ocasión anterior y después de abandonar la mesa otro u otros jugadores y proceder a Subir y Ver, al llegar al acuerdo es cuando se levanta la Quinta, la última carta, donde todo se decide y donde solo se puede o Subir o ver y en breves se resolverán todos los misterios.

Los que se han tirado el farol se arriesgan a perder y con razón, pero el que miente lo hace hasta el final, el que lleva la mejor mano, se asegura de echar el resto, pero es sin duda, el valiente que quedara con la poquita esperanza de ganar a merced de la suerte, es el que se merece toda la dedicación de este post, sin tener las de ganar desde un principio a decidido seguir a sus intuiciones y saber esperar hasta el final.

Es sin duda el momento en el que los jugadores muestran sus cartas y se conoce al ganador cuando realmente se ve el resultado de cada una de estas manos tan dispares, el de los Ases, el farolero y el que confió plenamente en la suerte y en el corazón.

Sin más preámbulos, el farolero cae por sus propias mentiras y aunque toda la confianza que demuestra le puede hacer ganador al final se cae perdiendo todo.

El de la mejor mano, sin duda vanagloriándose de su mano inicial se queda con todo y mira a los demás con descaro pero a la vez con satisfacción de ver que tenía la mejor mano.

Es por último, donde el que se guió desde un principio por su instinto y que dejó al azar hacer, el que se lleva la mejor y la peor parte. La mejor, la satisfacción de haber ido hasta el final con la cabeza alta y la fe de su corazón y de su intuición, aunque efímera y demolida por la cruda realidad “no tenías la mejor mano y lo sabes”. Es por esto que la peor parte es para este, perdiendo la esperanza y el bote, habiéndose dejado las uñas haciendo caso a sus mejores intenciones y a lo único, que a este tipo de jugadores toca “A la próxima a ver si hay mejor suerte”. Con la cabeza bien alta y el corazón en los pies.

Este post no va dirigido a nadie y es una metáfora que en mi opinión es bastante precisa a la realidad.

Un saludo a todos.

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